viernes, 21 de febrero de 2014

¿PLACERES DE LA CARNE O ESPIRITUALES?

     Dada la actual demanda hacia los deseos de la carne, el aumento desenfrenado de los placeres, el auge desmedido del interés monetario, el cual ha desbordado ambiciones materiales, desproporcionadas, sin sentido, fuera de juicio, que sólo han acarreado mayores problemas sociales a los individuos que buscan encarar una batalla desde el aspecto espiritual y no humano-desordenado, buscando crear un mejor mundo, una mejor situación para el momento crítico que vivimos, me he visto en la necesidad urgente, en la obligación inmediata de patentar estas letras, de anunciarme por escrito, de reinsistir en los valores que se han aplacado, disminuido, casi olvidado, con respecto a los placeres que nacen del Espíritu por igual para hacer oposición con bien a las fuerzas del mal.

     Si aumenta la oscuridad espiritual, quiero transformarme en luz.
     Si nace mayor maldad en los corazones, quiero llevar el mensaje de la paz.
     Si se extiende la mentira, predicar la verdad.
     Si comienzan los vicios, aspirar a los espirituales y contenerles con ellos.

     La carne tiene una ventaja a favor en contra de nuestro espíritu. El 70% ha sido dado por favor de la materia a los deseos de la carne. El 30% restante, es la luz de la esperanza que se nos ha sido dada por gracia y amor del Espíritu y por lo que hoy somos llamados Imagen de Dios. Convertir ese 30% en un 100% es lo que nos manda Jesús a hacer con nuestras vidas. Aumentar el producto, trabajar por lograrlo, luchar, no escondernos, alegrarnos, no tener miedo, madurar, no envejecer en ignorancia, surgir, resucitar con él, no morir en la agonia del pecado y el castigo eterno.

     Recapacitemos ante los frutos del Espíritu Santo.
     Busquemos la complacencia de la gracia de Dios en Cristo Jesús y el Espíritu Santo.
     Dejémonos enamorar por los placeres que nacen del amor, la paz, la vida que nos ha dado, la alegria, la bendición, la luz eterna. Dejémonos conquistar por el amor al bien.
 
     Digamos como Jeremías: "Tú me has seducido Señor y yo me dejé seducir por Tí". Así como caes en el vicio, en las agonías oscuras de los placeres de la carne, así mismo puedes caer en las alegrías eternas y el gozo vivo de los placeres espirituales. Hagamos que esa llama de vida se encienda en nuestros corazones, en quienes nos rodean, nuestras familias y hermanos, amigos y extranjeros y vivamos siempre estos dones que hemos recibido para mejoría nuestra. Amén.

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