sábado, 27 de junio de 2020

Las demandas de la consciencia


Estoy más que sorprendido que la sociedad haya hecho retrocesos en vez de avances. Y me refiero al despilfarro de la vida como si un juguete fuera. 
Ahora todo es color, política, religión, sexo, etiquetas, pendejadas caprichosas de personas a las qué hay que establecerle una ley dentro de las sagradas paredes que antes representaban lo más loable, puro, serio e íntegro de la moral social. 
No hay un determinado tema, ni un compromiso por corregir problemas serios, por los cuales creo que hemos llegado hasta  tanto caos. 
El liberalismo al que hemos trascendido ha enterrado la consciencia que teníamos, apartándonos de lo más importante: el amor y la humanidad. 
Parece ser que sin etiquetas el ser humano no puede vivir. Hay que definir cada tontería para dejar claro lo que soy, lo que represento y lo que me define, sino, nada seré. Todo para satisfacer a las preguntas de inmaduros que se levantan en guerra para corregir un problema con otro problema. 
La consciencia demanda estabilidad social a través de un nuevo nacimiento, un nuevo orden interior que dará comienzo a una vida espiritual sin apegos a los títulos, etiquetas, pronombres y demás asuntos que no son lo que identifican al ser humano en su más correcto sentido del deber consigo mismo y con los demás. 
La consciencia espiritual te lleva a las acciones de una respuesta externa para asegurar el estilo de vida que nos debemos a cada ser humano que alcanza su máxima capacidad de apreciar a todos y cada uno de los elementos existentes en este planeta por encima de sus idiosincrasias, estereotipos, cuestiones sin sentido o con, razones por las cuales hemos rebajado lo más alto del ser para darle fuerza a una conducta instintiva frenada antes por los implacables ignorantes bajo el castigo insultante de quienes se hacían pasar por Dios mismo tomando como juguete a la justicia. 
Pero ahora, es más desconcertante la temática de una vida productiva la que tenemos. 
Nadie está enfocado en la productividad ni como esencia de una sociedad que sufre por razones personales, ni en la productividad de un ser lleno de una consciencia clara de lo que representa y es. 
¿Quién eres? 
No eres un nombre, ni una profesión, ni un título, ni el color de tu piel, ni el sexo que tanto orgullo te lanzas a revelar como si a alguien le importara. No eres la religión que profesas, ni eres el partido político o de juego que tanto amas. Si te defines por todas estas absurdas cuestiones sociales, no harás más nada que aumentar tu ira y tú podrido accionar de manera involuntaria e inconsciente frente a todo lo que importa: el amor, los niños, la paz, la vida, la decencia, la educación, la espiritualidad, el respeto y la esperanza de días mejores donde sigamos haciendo progresos para continuar por un día más de nuestra existencia en esta vida tan simple y fugaz como el viento mismo. 
Hay quienes piensan que vivir sesenta años es una dicha: ochenta, noventa. Aunque parezca serlo, lo único que habla al final de esos años si es que llegas ahí, es la consciencia que tuviste de haber actuado en favor de tu progreso espiritual, económico, social, basando todo lo que deseabas para ti en agrado por los demás que venían en camino. 
Porque eso somos si despertamos a una consciencia simple y portentosa: generosidad, amabilidad, respeto, bondad, cuidado, paz, fe, verdad, justicia con el fuego implacable del amor, pureza, dignidad, entre todos los demás frutos del espíritu que nos ama. 
Trabaja tus días para alcanzar la plenitud de un mejor planeta para aquellos que vienen detrás. No reduzcas tu mera existencia a unas horas, días, semanas, meses o años queriendo pensar en lo que la sociedad te llevó a ser para sacarte beneficio con eso. 
Fíjate bien que si descubres quién eres en realidad, lo más probable es que te crucifiquen al momento, no que te sienten en la primera silla dorada de la hipocresía que se deja ver hoy día como lo más sano y precioso de nosotros. 
Sal de la trampa. Ve a tu consciencia y dime si estoy equivocado. Hacer el bien, aun si sea una idea lineal, no tiene ningún problema con las demás ideas lineales que dejan como resultado el caos, el vandalismo, una sociedad destruida por sus malos hábitos, desdeñada de sus valores para la transformación del ser mismo en su capacidad de progreso. 
Sal ahora de la trampa en la que estás metido creyendo que eres un Conejillo de india bajo experimentos sociales donde te manipulan para hacerte creer que eres una cosa que a nadie le importa, pero que trae beneficios para los bolsillos de alguien más. 
Abre tu consciencia y cuestiona todo esto que te digo si no es así. 

miércoles, 1 de abril de 2020

Debes ser luz para quienes ya son oscuridad

Veo que hay más deseo por gritar a los cuatro vientos todo lo malo y perverso que podemos ser. Soy testigo de como personas sin escrúpulos agitan sus lenguas de manera atrevida y alaban las obras de las tinieblas con palabras obscenas y vulgares hasta el punto de invocar demonios y otras tantas cosas más que no son del corazón, ni vienen del alma.
Pareciera serle más fácil a una persona enojarse y violentarse contra otros, llenarse de odio, rabia, furia, hasta tal punto que puede lastimar a miles en público y nadie dice nada. Los que alabamos a Dios, los que viven en el silencio a un Dios grande y poderoso, se quedan tímidos, rezagados, intimidados en una esquina donde nuestras acciones serán juzgadas por permitir tales atrocidades de otros.
Los que actúan de mala manera, siempre lo hacen movidos por un sufrimiento, un dolor, una idea confusa a causa de las dos anteriores. Pero los que permitimos que se siga volcando la maldad sin gritarle que se calle con autoridad, sin gritarle como aquella voz que exclamaba en el desierto, seremos juzgados de manera más severa.
Veo confusión en quienes dicen creer en un mundo mejor. Veo negligencia en las acciones de quienes creen hacer de este mundo un lugar más dichoso. No estamos siendo la luz para la que hemos nacido. Nos estamos volviendo oscuridad con el que ya estaba en ella. No estamos reprendiendo las malas acciones.
Actuamos con vergüenza, inseguridad, miedo, dejados al vago recuerdo de la bendición de Dios. Claro que espero en su santo amor. Por supuesto que me someto a su gracia. En Dios yo confío, y porque todo lo que se y hago esta en sus manos, el también me da la fuerza para hablar en su nombre, para declarar su verdad, su misericordia y su poder.
Alabaré las obras de mi Dios. No me dormiré ante el dolor y el sufrimiento de un pueblo confuso que no reconoce las obras del amor. Que, por el contrario, se muere en las penas de sus malas acciones.

Levántate tu que duermes. Abre los ojos del alma. Así verás con claridad hacia donde te llevan tus palabras y acciones.
AMEN.

viernes, 31 de enero de 2020

¿Qué tienes que hacer para ser feliz?

No mucho. Apenas te levantas, te refrescas la cara, cepillas tus dientes y te pones ropa. Te calzas y luego desayunas; si después de estas simples actividades te llegas a quejar de que no tienes nada en tu armario, en tu despensa de comida, entonces, eres de esas personas que pertenecen al noventa por ciento de probabilidades de ser feliz.

¿Qué tienes que hacer para ser feliz?

Si comparamos el ejemplo anterior con la vida de una planta, sería lo mismo, pero en su entorno o hábitat. La flor abre sus pétalos pausadamente ante el amanecer, porque los rayos del sol llegan discretos hasta su estructura delicada, la brisa sopla sobre su copa el encanto de la vida y se hace la fotosíntesis. Ella empieza a trabajar en su quietud para resistir con fuerza de voluntad cualquier crisis inmediata. Algo que todavía nos falta a los humanos.

Siempre he dicho que para ser feliz sólo debes pensar en qué quieres cambiar que puedas hacerlo, porque si no puedes, tampoco te vas a frustrar queriendo realizar algo que no consigues ejecutar. Además, no echarás tus pocos años de vida al caño por pasarte en el intento cada gota de esfuerzo buscando ser algo que no se te da. Debes descubrir en ti todo los elementos necesarios que se te son posibles y trabajarlos hasta el punto que puedas ayudar a otros por ese medio.

O sea que, orientar a los demás en sus caminos se hace vital para la felicidad personal. Ser compasivos, serviciales, amables y respetuosos, forman parte de un engranaje que consiste en el amor propio.