sábado, 2 de febrero de 2019
¿Felicidad o Desgracia? ¿Yo decido?
Por raro que suene este dicho, nosotros formamos parte de nuestra propia desgracia, aún cuando no somos los culpables.
Me explico: el hombre que golpea a su esposa, ¿Por qué lo hace? ¿Por qué no golpea a todas las mujeres como su madre o hermanas? No, solo golpea a esa mujer que le demuestra miedo y no actúa como la esposa que debe ser frente a un hombre que escondió su agresividad por un tiempo y después afloró con el comportamiento de su esposa: sumisa, cabizbaja, tímida, obediente con miedo, callada, poco atractiva, una persona que genera efectos inmediatos en seres agresivos, como su esposo. Y jamás, en toda mi vida, jamás justificaría esa acción como algo bueno. Porque lo quiero destacar aquí con este ejemplo es: que no importa cuán culpable es el agresor, la victima tuvo que ver.
Son las pequeñas acciones las que deciden el ritmo de vida que tendremos. ¿Por qué esta clase de hombres respetan enormemente a ciertas mujeres? Por la seguridad con que les hablan, cómo les miran, sin temor alguno, saben de qué forma lidiar con hombres así. En fin, hay en terapia situaciones de parejas que suelen parecer que el hombre es el culpable de todo y no es así.
Como dije: nunca excuso la violencia en ninguna forma. Que alguien sea tímida, calmada o pasiva, no significa que eso merezca algún tipo de maltrato.
En otras palabras, decidimos gran parte de aquello que nos sucede casi de manera inesperada, porque nosotros hemos propiciado detalles que estimulan dichas acciones.
La pregunta es: ¿Qué hacer? ¿Debo cambiar? ¿Debo ser otra persona tan solo por el hecho de que no le agrado a alguien?
Hay dos salidas: alejarse de personas opuestas a tu carácter y que te restan importancia y dos: adaptarte.
Tan solo piensas alejarte y es como si este tipo de personas agresivas te siguieran a todas partes. Así que, por más bonito que se escuche, no puedes permanecer huyendo toda tu vida de gente sin escrúpulos y que hacen de tu vida una desgracia.
La segunda opción es la correcta. Debes adaptarte. ¿Cómo? ¿Hay clases para eso? ¿Debes aprender a hacerlo?
Ciertamente, hay un modo. Reconoce que para generar un comportamiento diferente de quién eres ahora, debes amarte o amar algo lo suficiente como para obligarte a desarrollar una forma de enfrentar cualquier situación. En todo momento, hago un recuerdo de esto: el amor es quien guía tus pasos, no el odio. El amor no persigue, espera. El amor no ataca, se defiende. El amor te aportará la seguridad y la destreza para conseguir lidiar con cualquiera que sea lo que estés afrontando.
Luchar, armarte de valor, empezar una nueva vida, eso es adaptarte. Lo que debes proteger te ha forzado a ser otra persona.
Tu debes cuidarte para cuidar de otros. Así es como funciona el mundo. Hay quienes no se aman ni buscan avanzar en sus vidas y se someten a las miserias de sus dificultades, crisis, dolencias y sufrimientos. Estos son los que ansían dañar y lastimar a otros. Tú debes perfeccionarte por esos que no se atreven y cambiar tu modo de pensar por aquellos que no lo hacen. Solo así lograrás que este mundo tenga la felicidad que tú eres.
Si te reconoces como felicidad, la vida de quienes te rodean tendrá más posibilidad de que se contagien de tu amor. Por eso es una lucha. Los negativos y agresivos buscan contagiar a otros con sus razones injustificadas, mientras que los que aman, en más del noventa por ciento, no contagian ni se animan a gritar con júbilo la dicha de vivir una alegría intensa y llena de felicidad.
Por lo que, creo firmemente, que tienes en tus manos la capacidad de decidir lo que quieres en tu vida. Debes moldear todo tu sistema de creencia adiestrado por el dolor y el sufrimiento. Debes elevarte por encima de aquellos que solo te supieron contagiar de oscuridad. Llega a luz y encuentra tu felicidad.
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