domingo, 17 de septiembre de 2017

¿Por qué dormía Jesús durante una tormenta?

¿Por qué dormía el dueño del universo mientras sucedía una tempestad?

1. No le importaba lo que hiciera la tormenta, pues no le preocupaba en absoluto. Así que, dejaba que la tormenta disfrutara de un respiro.
2. Jesús admitía que necesitaba un buen descanso y, sin importar las tormentas que se presentaran en el camino, el tomaría esa siesta.
3. Quería poner a prueba a sus discípulos y no se molestó en levantarse para que ellos hicieran el trabajo de calmarla con el poder de la fe.
4. A pesar de que Jesús sabía que la tormenta vendría, que los discípulos se asustarían, no sabía si ellos elegirían  detenerla o elegirían sentir miedo. Por eso continuaba dormido.
5. Jesús les increpa a los discípulos porque no pudieron tener la fe necesaria como para detener la tormenta. A lo mejor porque ellos decidieron por la tormenta y no por la calma.
6. Jesús se incomoda con los discípulos porque ellos habían visto su poder y, a pesar de eso, todavía continuaban asustados. Por eso estaba dormido, hasta ver si uno de ellos se animaba a detener la tormenta.
7. En Jesús no hay miedo, tampoco tristeza, por eso la tempestad le era de poca importancia. Necesitaba que los discípulos se decidieran. Esa es la razón por la que se molesta con ellos.

Esta es la clave precisa y exacta del por qué nosotros los seres humanos tenemos problemas: es porque los preferimos a ellos que a las soluciones. Además, cuando ya entendemos que no hay problemas, esto no quiere decir que los estamos evadiendo, significa que ahora son retos, situaciones que sacarán lo mejor de nosotros, turbulencias que nos llevarán a un mejor lugar o nos harán una mejor persona.

En la vida hay tempestades todo el tiempo. Son como el curso normal de la vida. Son similares a una corriente de río imparable. Es inevitable querer detener cada tormenta, situación penosa, crisis, sacrificios, dolores inmensos, porque eso no es lo que quiere Jesús que hagamos. Para lograr el cometido preciso ante las tormentas debemos afianzarnos a su amor. Una vez que logramos alcanzar ver que Jesús es fuente de vida, ahí lograremos encontrar la poderosa gracia de la fe. Levantaremos nuestras manos y, con una voz tremenda, lograremos conquistar la naturaleza entera. Diremos: detente y ella escuchará. Jesús despertará sorprendido por tu valentía y se regocijará por tu confianza en su amor.

Un último consejo para conquistar la fe: no asumas que lo peor es tuyo, sino todo lo que es bueno. ¿No entiendes? Cuando hables, no digas así: por mi orgullo, por mi arrogancia, por lo malo que soy, por mi vanidad y mi lujuria. No asumas que lo peor es tuyo. Repite conmigo: aleja Señor Dios mío el pecado que atenta contra mi alma, creación tuya, y acércame tu amor, que es mi amor, por gracia de Jesús mi Cristo, mi roca, en quien me refugio. Amén.

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